Su palabra -¡ensalzado sea!- no supone campanilla ni lengua, como tampoco Su Oído canales auditivos u orejas. Del mismo modo, Su Vista no supone pupilas ni párpados, ni Su Deseo un corazón o un alma, así como su ciencia no precisa ni se ocupa de las pruebas argumentativas. Igualmente Su Vida no supone en el interior del corazón un vapor vital producido por una mixtura de elementos. Ni Su Esencia presenta aumento o disminución.
...No busques dentro de ti pues te fatigarás, ni en el exterior pues no encontrarás disfrute, no dejes de buscar pues entonces vivirás en el infortunio. Inquiere por mi hasta que me encuentres y, de ese modo, te elevares.
Las Iluminaciones de La Meca, Ibn Arabi, Ediciones Siruela, 1996.
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