martes, 13 de abril de 2010

miércoles, 7 de abril de 2010

Alguien que viene de India

-¿Por qué alegrarse ante una ganancia material?-. Quien persigue la meta de la ecuanimidad no se regocija ante la ganancia ni se deja deprimir por pérdida de alguna, pues sabe que el hombre llega sin dinero a este mundo, y lo abandona también en la misma forma. (Pag. 10)

-Mientras no se libere de sus pretensiones, el ser humano es incapaz de comprender las verdades eternas. Anegada por un fango centenario, la mente humana bulle con la repulsiva vida de innumerables ilusiones mundanas. ¡Las luchas de los campos de batalla palidecen en su insignificancia ante las primeras contiendas del hombre con sus enemigos internos! No se trata aquí de meros adversarios mortales, fácilmente dominables mediante un arrollador despliegue de fuerza. Omnipresentes, infatigables, persiguiendo al hombre incluso durante el sueño, sutilmente dotados de miasmáticas armas, los soldados de los apetitos que surgen de la ignorancia pretenden asesinarnos a todos. Necio es el hombre que sepulta sus ideales, sometiéndose al destino común. ¿Como puede considerársele sino como un ser impotente, torpe, abyecto?. (Pag. 65)

Con frecuencia me he hecho la reflexión de que mi majestuoso maestro pudo haber sido fácilmente un emperador o un conquistador que sacudiera el mundo, si su mente se hubiera concentrado en la fama o en el éxito mundano. Pero, en lugar de ello, había escogido acometer contra las ciudades internas de la ira y del egocentrismo, cuya conquista revela la verdadera grandeza de un ser humano. (Pag. 196)

Los maestros no están bajo ninguna compulsión cósmica que limita su residencia a las montañas...El Himalaya de la India y el Tibet no tiene ningún monopolio sobre los santos. Lo que uno no se preocupa por hallar en su interior no podrá descubrirlo transportando el cuerpo de un lugar a otro. Tan pronto como el devoto está dispuesto a ir hasta el fin de mundo en busca de la iluminación espiritual, su gurú aparece cerca. (Pag. 202)

-Quiero saber, señor, cuando encontraré a Dios.
-Ya le has encontrado.
-¡Oh, no, señor, yo no lo creo así!
Mi gurú sonreía.
-¡Estoy seguro de que no estás esperando a un venerable personaje, adornando un trono, en algún antiséptico rincón del cosmos! Veo, sin embargo, que te imaginas que la posesión de poderes milagrosos es una prueba de haber encontrado a Dios. No es así, uno puede adquirir el poder para conquistar todo el Universo y descubrir, no obstante, que el Señor le elude. El desarrollo espiritual no se mide por el despliegue de poderes externos, sino únicamente por la dicha experimentada en la meditación. (Pag. 215)

Ningún mortal puede glorificar a Dios. El único honor que el hombre puede pagar a su Creador es el de buscarle. El hombre no puede glorificar una Abstracción que no conoce. (Pag. 415)

-Maestro -le dije-, ya veo que he sido un mal obrero, que ha culpado de su inhabilidad a las herramientas. (Pag. 468)


Autobiografía de un yogui, Paramahansa Yogananda; Editorial Self-Realization Fellowship, 2006.